
La historia del perfume
Per fumum. A través del humo. Así empieza la historia del perfume —o, si lo prefieres, la perfume historia. Antes de ser adorno personal, fue lenguaje sagrado: resinas encendidas que elevaban oraciones. Con el tiempo, la historia de los perfumes cambió de altar: del templo a la piel. Ahí comenzó la historia del perfume y su evolución: de lo ritual a lo íntimo, de lo colectivo a la firma individual.
Origen del perfume
El origen del perfume no está en una vitrina, sino en el fuego. En Egipto (c. 3000 a. C.) los aceites perfumados cuidaban la piel y comunicaban con los dioses; el kyphi, mezcla compleja y estatal, era incienso de culto. En Mesopotamia, c. 1200 a. C., Tapputi-Belatekallim dejó las primeras recetas técnicas.
En Chipre, una fábrica de hace ~4.000 años sugiere producción a escala. En el mundo islámico (siglos VIII–X), Al-Kindi perfeccionó la destilación y el uso de alcohol; Avicena popularizó el agua de rosas. Este hilo une rito, ciencia y comercio: el origen de los perfumes como tecnología cultural.
El primer perfume de la historia
No existe una única botella inaugural, sino hitos. El kyphi egipcio, los alambiques tempranos del Valle del Indo, el taller chipriota a escala. Esa suma inaugura “el primer perfume de la historia” como idea: capturar un aroma y conservarlo.
Luego, Europa renacentista: 1533, Catalina de Médici lleva a su perfumista a Francia y los guantes perfumados impulsan a Grasse, que pasa del curtido al cultivo de flores. Siglos después, 1882 trae Fougère Royale (cumarina) y en 1917 Coty define Chypre; en 1921, Chanel N.º 5 usa aldehídos y fija el modernismo olfativo.
¿Por qué se creo el perfume?
Para comunicar. Primero con lo divino; después, con los demás. Identidad, recuerdo, seducción. En esencia, el origen del perfume explica por qué se inventó el perfume: resolver lo invisible y ordenar la memoria.
La alquimia se volvió química y el arte dejó de imitar flores para imaginar conceptos. Del attar aceitoso —íntimo, cercano a la piel— al spray alcohólico —difusivo, social—, dos filosofías conviven y definen cómo ocupas el espacio.
No es exceso; es criterio. Un buen perfume no grita su llegada… se queda. Y si está bien hecho, habla por ti sin decir una palabra.